Estreno de la versión para banda sinfónica de ALÍ y CÁNTARA, poema sinfónico del compositor alicantino Óscar Navarro (Novelda 1981)
. . . el origen de una leyenda . . .
Hace siglos, en la ciudad donde hoy se levanta Alicante, habitaba un Califa junto a su familia; de todos sus hijos, era famosa por su belleza la preciosa princesa Cántara; era una mujer que superaba el ideal de belleza de aquella época, ojos grandes y negros, cabello largo de color azabache, piel muy clara pero mejillas sonrojadas, dientes blancos y perfectos, cara redonda, boca pequeña, grandes senos, dedos finos . . . era la joven más hermosa de toda la zona y, por supuesto, no le faltaban pretendientes; es en esta lucha entre pretendientes en donde se origina el nombre de Alicante.
En concreto, fueron dos muchachos los que se disputaron su amor, Almanzor y Alí; los dos eran muy amables y apuestos, y Cántara no sabía a cuál de los dos escoger como esposo, pero el Califa, su padre, tuvo una idea y, evocando a las doce pruebas de Hércules, le pidió a los pretendientes que realizaran cada uno una ardua tarea; el trato consistía en que el primero que pudiera terminarla, sería elegido como el pretendiente de la princesa musulmana.
Almanzor era un general que había llegado desde Córdoba, y había ganado fama en toda la península debido a sus gestas militares; aunque Alí no era tan famoso, era apuesto y venía de una familia noble, por lo que también estaba a la altura de cortejar a la princesa.
La tarea que tuvo que realizar Almanzor fue la de marchar hasta la India para buscar sedas y especias para ofrecer a la princesa; por su parte, el joven Alí se comprometió a realizar una acequia de la cual se obtendría el agua que habría de llegar hasta la ciudad; y es que, sin duda, Alí lo que buscaba era permanecer cerca de Cántara para poder conquistarla; y eso fue exactamente lo que ocurrió . . .
Alí empezó con entusiasmo su propósito y empezaron las tareas de realización de la acequia, pero el estar cerca de la princesa hizo que fuera imposible no cortejarla; le cantaba a todas horas, le escribía y recitaba poemas, a todos les hablaba de sus lindezas . . . como no podía ser de otra manera, Cántara quedó perdidamente enamorada de él y, sin que las tareas de los jóvenes pretendientes quedaran terminadas, el corazón de la princesa tenía claro que quería casarse con Alí.
Pero el tiempo fue transcurriendo y Almanzor, ajeno al amor que había surgido entre Alí y Cántara durante su viaje a la India, regresó a la ciudad, y con él, su propósito terminado; como el Califa era un hombre justo, al entender que la gesta de Almanzor había concluido con éxito, y antes que lo hiciera Alí, le entregó la mano de su hija Cántara, tal y como había prometido, sin saber que la princesa ya había elegido pretendiente; cuando Alí se enteró, no pudo soportar el dolor y acabó lanzándose por un barranco.
Por supuesto, cuando Cántara se enteró de esta desdicha, también decidió saltar al vacío para terminar con su sufrimiento; pero la tragedia no termina con la muerte de los dos amantes, sino que el Califa cayó en una terrible depresión por haber perdido a su hija predilecta; dejó de comer, no dormía y finalmente decidió lanzarse desde lo alto de su castillo.
Los habitantes quedaron consternados por lo ocurrido, y decidieron cambiar el nombre de la ciudad por el de ‘Alcántara’ para que el nombre de los amantes, Alí y Cántara, quedara unido eternamente; con el paso de los años ese nombre pasó a ser Alicante, nombre con el que conocemos hoy en día a la ciudad.
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